sábado, 2 de abril de 2011

Beatríz


Beatríz es un nombre propio femenino de origen latino que significa “bienaventurada”, “portadora de felicidad”, “donante de alegría”, también es el nombre de reinas y princesas como la famosa “Baby Bee” Beatrice von Sachsen-Coburg-Gotha hija de la Reina Victoria de la Gran Bretaña, también fue el nombre de la musa de Dante, Beatríz Portinari, y también fue el nombre de una de mis abuelas.

Beatríz nació en 1910, en Huaura, en la hacienda Santa María propiedad de mi bisabuelo, no fue la última de los ocho hermanos de ese linaje, fue una de las intermedias, desde niña destacó su belleza entre sus hermanas, tanto así que hasta anciana la llamaron “Mi bella”, pues que era bella ¡lo era! y como el origen de su nombre lo indica la criaron y educaron como reina, como princesa, como musa, como Beatríz.

A los seis años la enviaron a la casa familiar en Lima, para que inicie sus estudios escolares en el Lima High School, ahí pasó toda su etapa escolar, entre clases de piano, canto y ballet, entre macramé, crochet, frivolité y demás galicismos propios de las señoritas de antaño. Siendo adolescente y entre actividades artísticas conoció a mi abuelo, en una fiesta de carnavales en el antigúo malecón de La Punta, pero ella tenía otros planes.

No sé cuando partió a estudiar alta costura a París, si han visto la película “Sabrina” con Audrey Hepburn sabrán a lo que me refiero, cuando retornó a la patria causó sensación, pues su espíritu de artista de mujer moderna bullía a plenitud, vino con las ideas propias de la resaca de la Belle Époque, con una visión diferente del mundo, y como era de esperarse se re-encontró con mi abuelo, y pues, los fuegos artificiales no tardaron en alumbrar el cielo de Lima.

En 1933 Beatríz y una socia inauguraron una boutique de alta costura llamada Marilú, en el Portal de Zela a un costado de la Plaza San Martín y al lado de la panadería San Martín a la sazón propiedad de mi bisabuelo, a dicho evento asistió el entonces presidente Benavides. Dicha boutique fue la sensación de la créme de la créme limeña, las creaciones de Beatríz deslumbraron cuanto cocktail hubo en el Club Nacional o en el Palacio de Gobierno.

Luego del golpe de estado de 1968 Beatríz vendió sus acciones y ahí se acabó la historia de gloria y glamour de aquella boutique, pero bien por eso pues su tiempo libre lo dedicó a mí, su nieto favorito, como siempre lo afirmó con total libertad delante de mis primos y como siempre lo demostró, tanto así que en la foto de mi primer paso no aparecen mis padres, ni mis abuelos, ni mis padrinos, sólo ella, esa toma la hizo mi abuelo, 05.06.67 figura en el borde.

De muy niño, no podía pronunciar Beatríz, sólo “Tetí” y fue así que su regio nombre fue cambiado por el mimoso Tetí, “La Tetí” le decían sus hijos y nietos, yo “Mi Tetí” pues la hice de mi propiedad ni bien pude. Casi toda mi niñéz la pasé visitando su hermosa casa de estilo neoclásico, remanso de elegancia y buen gusto, aún recuerdo el zapatito de cristal que adornaba uno de sus muebles, de pequeño intenté calzarlo infinidad de veces, todas sin éxito.

Y así entre engreimientos y cariños pasaron los años, Mi Tetí fue la abuela perfecta, mimosa, coqueta, golosa, celosa. amante del buen vino y de la buena cocina, siempre observando a las “amigas” que me rodeaban, siempre prestando atención a los modales, a la conversación, a la buena educación, Mi Tetí fue una reina a plenitud, mi abuelo siempre la trató como tal y yo ¡más! La idolatraba, pasaba tardes enteras aspirando el perfume de su cuello.

Un día empecé mis prácticas profesionales, y el pago quincenal coincidió con el día de su cumpleaños 22 de Marzo, con mi primer sueldo, que serían unos S/.800.00 actuales le compré un bello jarrón de cristal azul en la Casa Welsch en aquella época situada en pleno Jr. De la Unión, ese objeto fue colocado en la mesa de centro que adornaba su sala, nunca hizo juego con el estilo rococó de sus muebles pero por ser mi regalo se lució ahí a perpetuidad.

Mi Tetí fue envejeciendo tranquilamente, nunca se enfermó, nunca fue a la clínica, una tarde mi abuelo su compañero de toda la vida partió a la eternidad, su aplomo en las pompas fúnebres fue regio, templada y elegante aún en los peores momentos, que imagen de solidéz, “un funeral no es un espectáculo” me dijo calma y distante, “así será el tuyo” le respondí y apretó mi mano y me traspaso con la tristeza de su mirada.

La muerte de mi abuelo fue un golpe fuerte que nunca superó, su tristeza duró mientras no estuve con ella, yo fui su alegría y su orgullo, su favorito y si su voluntad lo quiso su único nieto. Una mañana de domingo estaba orando por ella cuando de pronto sonó mi celular, era mi mamá, me dijo “Tu Tetí partió”, no lloré, no gemí, sólo dí gracias a Dios por su vida, me bañé, me cambié y partí a mi última cita con Mi Tetí.

En el trayecto pensé, “Bien, será como quiso, un funeral discreto, sólo la familia, serio, distante y silencioso” pero grande fue mi sorpresa que al llegar a casa de mi madre (ahí la habían llevado a pasar sus últimos años) encontré una multitud de gente, todos desconocidos para mí, muchos ancianos, otros jóvenes y un par de amigos de mi infancia, la familia y familiares, todos aquellos habían tenido algo que ver con Mi Teti.

Muchas de sus antiguas clientas, beneficiarios de su generosidad, amigos, conocidos y curiosos estuvieron acompañando el cuerpo de Mi Tetí, yo ya no tuve más que hacer así que me retiré, fui a caminar, al fin y al cabo todo ya estaba pagado y un funeral no es un espectáculo. Una noche antes me había despedido de Mi Tetí con un beso en la frente, aspiré el perfume de su cuello y le dije “Mi gordita hermosa, eres la más bella, mañana vengo en la tarde”, ella me miró extendió sus manos con la manicure al día (así fue hasta el final, regia, linda, exquisita, delicada) cogió mi cabeza y me dio un beso, no dijo nada, sólo me miró con sus ojitos claros y me despidió, al día sigiente cuando volví ya no la encontré con vida terrenal, sólo con vida eterna.

El 22 de Marzo fue su día, 101 años de su nacimiento. La extraño mucho, su regia presencia, su porte de reina, su ironía y su temple de acero aún en los peores momentos, sé que la eternidad al lado de Dios es su actual morada, no obstante me hace falta, sentimiento egoista de mi parte pues era MI Tetí, de mi propiedad antes que nadie, por mucho tiempo que viva no podré olvidar su ternura y el suave aroma de su cuello, ni los exquisitos “tallarines rojos” que preparaba y sus clases de etiqueta en la mesa ¡jajaja! Mi Bella fue lo máximo, mientras estuvo a mi lado disfruté cada segundo con ella, cada croissant dorado y cada adorno que le destruí, cada beso y cada mimo, cada fechoría ante la cual decía “!Chiquito facineroso!” esbozando una sonrisa cómplice.

En sus últimos días se convirtió en Beatriz la Nuez, por su tardía adicción a esa fruta, le encantaba ese alias.


Antonio Gamio