Las 18:00 horas o 6:00 pm es mi hora favorita en esta época del año, pues no es pleno día ni plena noche y es cuando el crepúsculo nos brinda su espectáculo de luces y colores.
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Mi casa está ubicada a unas cuantas cuadras del acantilado que cae sobre el Mar de Grau por lo tanto si voy al malecón tengo una vista privilegiada de la bahía de Lima, con las islas San Lorenzo y El Frontón a mi derecha y el Morro Solar a mi izquierda.
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A las 18:00 horas el sol en plena caída acaricia las arenas de las islas y del morro, cual suave piel femenina, cual suave manto de seda, obviamente esto es un eufemismo pues la roca y la arena son tan ásperas como las manos de un canillita.
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Me agrada mucho observar como va cambiando de color el cielo, asimismo las islas porque para ser sincero el morro ni me interesa ¡jajaja!, el cielo va desde un celeste pálido hasta un rojo intenso en el horizonte, las islas de un beige cremoso hasta un marrón oscuro lo mejor es cuando aparece la niebla, cual falda de tul sobre las playas de las islas ¡dramático! pues no hay ser humano que no se conmueva con esa puesta en escena.
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El mar igualmente se tiñe de colores sacros, imperiales, dorados, púrpuras, en todas sus intensidades, cual sábana de brocado o de satín el mar baila al ritmo del frío viento del atardecer sobre las bravías playas del Callao y en eso las aves revolotean rumbo a sus nidos, brindando una "performance" que ni el mismísimo Barón Rojo (si viviera hoy) podría igualar.
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Las 18:00 horas en Lima es el momento exacto para recordar que Dios nos regaló todos esos paisajes, luces, colores y seres, por lo tanto debemos disfrutar no sólo esa hora sino las veintitrés restantes, pues cada hora del día nos brinda sus propias sorpresas y ofertas de felicidad.
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Ayer fui feliz al ver el crepúsculo, hoy la felicidad fue de otra forma y mañana será de otra y así sucesivamente hasta que parta hacia los brazos de mi Padre Celestial.
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Antonio Gamio
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