lunes, 10 de noviembre de 2008

Bon voyage!


La separación de un ser querido hace surgir sensaciones disonantes, en conflicto, por un lado aparece la esperanza que el lugar de destino es mejor que el actual y por otro lado la enorme pena del desarraigo.

El cariño se afianza por la continuidad de una relación, ya sea filial, erótica o paternal, así surgen los amigos, amantes y protectores es decir los padres y esposos. En este mes de Noviembre he sufrido la partida de dos seres queridos, a uno lo veré al final de mis días, al otro no sé cuando.

La partida de mi amado suegro ha significado la excavación de un profundo pozo en mi vida, aún recuerdo sus tibias manos sobre las mías cuando me recibía en la entrada de su casa, sus buenos y sabios consejos, cuando él mismo desarmaba el motor de mi buen “Blue” y lo dejaba afinado a costa de llenar de grasa sus blancas manos “es un buen carro” me decía muy señorial, también recuerdo sus crisis financieras de las cuales con la ayuda de Dios siempre salió airoso, sus “metidas de pata”, sus tristezas tan enormes, tan grises, tan oscuras que fueron capaces de hacerlo partir, pero también sus alegrías, las cuales hacían girar al mundo y llenaban el universo de colores santos, recuerdo cuando me entregó a su apreciada hija ante el altar de nuestro Dios, su porte tan regio, sus plateados cabellos siempre brillantes y peinados a lo Gardel, su seriedad marcial que solo era desarmada al ver a sus dos pequeños nietos revoloteando a su alrededor, el “Ito” lo llamaban ese par de cachorritos, recuerdo su De Soto negro V8, su Peugeot 606 blanco y su Toyota Corolla que dejó a medio armar, pero sobretodo lo recuerdo como padre, como amigo, como aquel incondicional que siempre estaba en el lugar y el momento indicado, como aquel hombre capaz de rodearse de antiguos políticos como de gente tan sencilla como “La Negra” su casera del mercadito local, y muchos recuerdos tan gratos que me hacen feliz pero a la vez profundizan más ese enorme hoyo en mi vida, sólo Dios podrá llenar ese hueco.

Por otro lado, está la separación de un compañero de labores con el cual compartí muchos momentos a veces tan disímiles que llegábamos a las antípodas. Han sido casi diez años de aventuras en la oficina, de travesuras y momentos alegres así como de enormes decepciones debido a su tremenda informalidad, extrañaré aquellas noches en las cuales entre tarea y tarea me contaba de su añorada tierra, allá en Cajamarca, de sus sueños de niño y adolescente, de lo mucho que le dolió dejar el paraíso en donde vivía y de su violenta adaptación a nuestra ciudad, tan hostil y gris, tan altiva e insensible, de las delicias que comía producto de la caza y la pesca, de sus incontables aventuras allá en esa comarca profusa en bosques y campos sin fin. A pesar de los desastres ocasionados por su indolencia con el orden establecido resumo que es un hombre de muchos recursos, alguien que no se rinde ante las circunstancias adversas que se le presentan y que siempre halla la manera de obtener los medios para sustentar a su numerosa familia. También recordaré esa forma tan libidinosa con la cual observaba a una mujer, las féminas a su alrededor corrían el riesgo de quedar embarazadas con solo recibir la mirada de sus penetrantes ojos verdes. Sé que donde esté la pasará bien lo que no puedo asegurar es el bienestar de quienes lo recibieron, fuera de bromas, sé que va a surgir y al fin será reconocido por sus innumerables talentos más que por sus humanos errores.

Ambas situaciones son viajes, el primero hacia la gloria y el segundo hacia un futuro más holgado, no queda más que decir, Bon voyage!.

Antonio Gamio

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