
Hoy Jueves 30/Set. es uno de esos días tranquilos, uno de aquellos en que todo parece fluir bajo control. Hoy me levanté temprano, como en un día normal, tome una ducha tibia, luego consumí un desayuno frugal, engullí las píldoras que controlan mi presión arterial y luego culminé mi aseo, me vestí y salí de mi casa, dejando todo bajo siete llaves - y esto es literal - bajé las escaleras, llegué al estacionamiento, abrí la puerta de Blackie (así se llama mi actual nave), subí abordo, coloqué el radio y encendí el motor, luego de esperar los siete segundos reglamentarios puse "primera" y salí rumbo a Miraflores.
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Decidí transitar por la playa, por cual enrumbé por la Costanera y descendí por la bajada de Escardó, estaba escuchando un cd de Soda Stereo y cuando menos me dí cuenta observé que el velocímetro marcaba 95 km/h, es decir 35 km/h por encima de lo reglamentado, espero que no hayan controles de velocidad ni cámaras por esa zona porque de lo contrario tendré que pagar una multa exhorbitante. Debido a que están construyendo un malecón por ese lugar tuve que bajar la velocidad pues en esa parte la pista se estrecha hasta convertirse en un carril ¡Ni modo! o como dicen por ahí ¡No hay forma! que al final quiere decir lo mismo pues "modo" viene del latín "modus" que significa "forma", pasado ese penoso trecho nuevamente el Circuito de Playas recobra su plena capacidad hasta llegar a la subida del Estadio Manuel Bonilla.
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Esa subida es un verdadero dolor de cabeza para los impacientes, o para quienes han salido tarde de sus casas y van a llegar retrasados a sus trabajos, en este caso yo disponía de todo el tiempo del mundo por lo tanto subí de lo más tranquilo, observando con cierta sorna a todos aquellos que eran presa de la desesperación, algunos inclusive metían sus carros por el terral adjunto tal vez ignorando que a pocos metros más adelante se acabaría su aventura off road, mientras tanto yo fluía con mi nave sobre la pista, todo bajo control. Algo que me causa mucha gracia es la desesperación de los conductores en el tráfico, para mí fue divertido, casi un placer morboso.
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Así escuchando "El Rito" llegué hasta la Av. del Ejército, el tráfico se mostró más fluido y el sol asomó tímidamente, enrumbé por la avenida lentamente, observé por el retrovisor que habían muchos conductores desesperados, aún no entiendo el porqué, además yo iba por la derecha, y el límite de velocidad por aquella zona es 30 km/h, por eso ignoré a todos esos choferes neuróticos y continué mi lento driving disfrutando de los débiles rayos de sol que alegraban mi marcha. Pasé el Sachún, llegué al primer óvalo de Pardo y continué por esa avenida, observé a la Super Rueda a mi izquierda, pasé el segundo óvalo y continué así hasta llegar a la Av. Comandante Espinar, y ... pra variar, semáforo rojo.
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El viaje había sido placentero, observé a mi derecha la torre en donde funcionan la oficinas del banco más grande del mundo y dí vuelta a la derecha, en la calle Jorge Chávez, avancé unos cuantos metros hasta llegar al estacionamiento del cento de convenciones, me identifiqué con mi fotocheck, el vigilante presionó un botón y la valla subió, ingresé con Blackie y lo estacioné junto a una Volkswagen Tuareg de color negro con aros de aluminio color rojo, apagué el motor y como el lugar es más seguro que Fort Knox desembarqué dejando todo en su posición, es decir el radio, mi mochila, mi pc portátil y mis gafas Gotcha, ¡ah! y lo más valioso de todo, lo más preciado, mis dos cd de Soda Sterero "El Último Concierto".
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Sólo con mi Blackberry (este equipo es una mini-mini computadora, tiene de todo para conectarse al mundo) al ristre me encaminé hacia la zona de ascensores, el elevador demoró en llegar pues subía desde el sótano 6, al llegar la puerta se abrió, ingresé y me encotré con 5 féminas dos de ellas conversaban que durante el día sienten frío y en la madrugada calor, una de de las dos concluyó que tal vez la causa era el... edredón, la tercera mujer era una ejecutiva totalmente impersonal, lucía gafas oscuras y un sastre impecable color plomo, supongo que era una rockstar o tal vez sufre de fotosensibilidad pues las gafas de sol no tienen razón dentro de un ascensor bajo la superficie... ¡huachafa!, la número cuatro y la número cinco, ni idea, con las justas las observé porque el ascensor llegó al piso 1 demasiado rápido.
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Salí del elevador y luego de pasar por unos controles electrónicos, mismo Jorge Chávez Airport Partners, me presenté con la recepcionista, una atractiva rubia de ojos verdes demasiado amable quien me indicó hacia donde ir, así que enrumbe por un espacio en cuyo lado izquierdo se lucía un patio minimalista, casi zen, rodeados de luz encontré a varios colegas que ya saboreaban los manjares presentados ordenadamente sobre sendas mesas con mantel largo que se reflejaban sobre el brillante piso de marmol, luego de las pláticas de rigor, es decir, hablar del clima, del tráfico y de las elecciones nos dieron pase para el evento, así todos ordenados casi marcialmente enrumbamos por el gran salón, de pronto el piso de mármol se convirtió en una mullida alfombra color granate y casi flotando ingresé en el salón en donde tenía la cita para un evento de coaching.
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Tomé asiento entre dos bellas colegas, no hay nada mejor que la compañía femenina en este tipo de eventos, las mujeres siempre tienen puntos de vista diferentes, a menudo mucho más precisos que nosotros los varones y aparte de eso sus conversaciones son mucho más divertidas que hablar de la Champions League o del precio del oro en el mercado, me entregaron mi cuadernillo de apuntes, mi lapicero y el fichero con el material propio del evento, el coach se presentó y luego dio inicio a lo que sería la sesión de entrenamiento más divertida de todas a las que he asistido.
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Pasaron cuatro horas durante las cuales hicimos juegos en equipo, discutimos casos prácticos, hablamos de la velocidad del tiempo y comimos deliciosos bocaditos, culminó el coaching y hubo un pequeño meeting entre los que estamos involucrados en el super-proyecto del banco más grande del mundo, intercambiamos algunas opiniones, agendamos citas, nos reímos y nos despedimos, conocí a un par de colaboradoras nuevas y resultó que una de ellas es amiga de la prima de la vecina de una amiga de la madrina de mi prima, luego de eso me despedí, floté sobre la alfombra granate, pasé por el corredor del patio zen, le dije "chau" a la recepcionista, crucé por los controles electrónicos y antes de cualquier acción el ascensor abrió sus puertas, ingresé presioné el botón "S1", rápidamente llegué a mi destino, salí del artefacto, ubiqué a Blackie y me dirigí hacia él, abri la puerta, ingresé, encendí el motor y automáticamente brotó el sonido de "Paseando por Roma", esperé los siete segundos reglamentarios, puse "primera" y salí del estacionamiento, al llegar a la valla el vigilante se despidió de mí y así luciendo mis gafas Gotcha debido a los rayos del sol que cubrían mi rostro opté por la ruta Jorge Chávez, Berlín, Pardo, Av. del Ejército, eran las 13:00 horas cuando llegué a la Av. Salaverry y recordé que muy cerca de ahí está ubicado el malecón Paul Harris, así que fui hacia allá... pero esa es otra historia.
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Hoy es un día normal, un día común, culminando este artículo saldré, buscaré a mi esposa en su oficina, me acompañará a realizar algunas gestiones en San Isidro luego iremos a tomar café, tendremos una buena charla, comentaremos acerca de los planes para la Casa Cubo, afinaremos ciertos gastos y luego a pasear por la noche limeña y de ahí a casa a continuar la rutina, hoy todo fluye a 30 Km/h, nada mal para ser un Jueves.
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Antonio Gamio
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